miércoles, 8 de diciembre de 2010

GIULIA SISSA: LA TENTACIÓN DE LAS DROGAS

Sobre: EL PLACER Y EL MAL: Filosofía de la droga de Giulia Sissa, Ed. Península, Barcelona, 2000, 187 págs.

por Juan E. Fernández

En la solapa interna puede verse a la autora elegantemente vestida, sonriendo satisfecha en un balcón elevado de la Rue d´Ulm con el Pantheon de fondo. Casi una postal del París más chic.

Como pie de foto una breve ficha biográfica informa que se trata de una investigadora italiana de cuarenta y seis años, radicada en Francia, que reparte su vida profesional entre el Centre National de la Recherche Scientifique y la Universidad Johns Hopkins en Baltimore (EE.UU.), lo que permite suponer una vida académica trashumante recorriendo importantes centros universitarios

Esa imagen anticipa de alguna manera el contenido ya que el libro se abre así: "Todos estamos en la misma situación. No sólo los dandis de pacotilla en que nos hemos convertido últimamente, desde la apertura de los grandes almacenes y el invento de los escaparates, sino todos nosotros, seres humanos perpetuamente deseadores... Las cosas nos deslumbran por su capacidad de satisfacernos. Y por eso las anhelamos: mirarlas, tocarlas, probarlas, olerlas, oírlas...poseerlas.

Adquirir significa incluir en el radio de acción de nuestros sentidos ya sea flores, libros o cristal de Venecia -como una vanidad flamenca del siglo XVII-, ya Jaguars, trajes de chaqueta, vinos de Burdeos -en nuestras sociedades llamadas de consumo. El cuerpo nos hace sentir nuestros bienes (y nuestros males).

Nos hemos convertido en inversores, coleccionistas, gourmets, seductores. No obstante, seguimos vacíos. Nunca estamos contentos..."

Giulia Sissa parte de la existencia de un universo seductor de objetos y servicios, expuestos en las vidrieras del mundo para la tentación de todos y de una abundancia de placeres posibles a escasos dólares de distancia. Las drogas no serían más que uno de esos placeres intensos y prohibidos.

Esta autora que parece estar todo el tiempo pensando en las motivaciones psicológicas que llevan a una estrella de Holywood a convertirse en un adicto, tiende a reducir la compleja dimensión social e histórica del consumo de sustancias psicoactivas a un problema personal e intrapsíquico.

Las drogas ilegales, emblematizadas por la heroína y la cocaína le sirven para revisar los fundamentos de la teoría psicoanalítica y encuentra en ellas un modelo ejemplar de explicación del deseo humano, siempre ávido e insaciable. Aunque se remonta a Platón y luego avanza a través de los siglos explorando las distintas concepciones sobre el placer y el deseo, y a pesar de que ilustra cada idea con ejemplos literarios clásicos de célebres consumidores de drogas como Thomas de Quincey, Charles Baudelaire, y William Burroughs, la noria es la misma y termina aburriendo.

La toxicomanía para Sissa se reduce a la rendición de un sujeto frente a la tentación de un paraíso emocional artificial, al prototipo del goce instantáneo. "Heroína y cocaína están tan hechas para nosotros...que nosotros no estamos hechos para ellas. Son tan eficaces, tan tolerables, tan activas en la mejora y aceleración de los procesos fisiológicos, actúan tanto y tan bien, que el cerebro querría siempre más." Considerando la tríada habitual de análisis de la toxicomanía: individuo-droga-contexto esta autora jerarquiza deliberadamente el primero y soslaya los demás en un movimiento reduccionista y psicologizante que oscurece la cuestión.

Al hablar genéricamente de la droga se olvida de la variedad farmacológica de las sustancias ilegales y cómo cada una de ellas está asociada en forma diferente con la cultura en que es consumida. Olvida también las dimensiones microsociales de esta problemática como pueden ser los factores familiares predisponentes al desarrollo de una adicción, y que la pasión tóxica tiene un sentido diferente en personas que padecen patologías severas como la psicosis, ya que ese tipo de consumo se inscribe en un marco distinto de relacionarse con el mundo y con el cuerpo.

Sería aconsejable que esta autora leyera más detenidamente a sus colegas franceses Alain Ehrenberg (a quien cita al pasar), Anne Copel o Robert Castel que han hecho aportes interesantes sobre estas cuestiones y han ampliado el campo de análisis. También sería deseable que Giulia Sissa se aviniese a recorrer la periferia parisina y descubriese por sí misma que aún en los países ricos hay ciudadanos con ingresos que resisten las tentaciones de Dior, Chanel, o Arman, y que los mecanismos de marginación, violencia, o sufrimiento pueden tener algo que ver el tema.

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