Publicado originalmente como: “Sigmund Freud en el siglo XXI. Neuronas en el espejo” en Suplemento Cultural del diario El País del 9 de mayo de 2008.
Imaginar el mundo contemporáneo sin
las contribuciones de Sigmund Freud es tan imposible como imaginarlo sin los
efectos del legado de Newton.
Las teorías actuales sobre las
relaciones humanas, las motivaciones individuales y colectivas, la razón o la
locura, o sobre la inspiración artística, se encuentran en una discusión continua
con las hipótesis psicoanalíticas. Sea para confirmar o refutar, los nuevos
edificios argumentales sobre estas cuestiones contemplan forzosamente la visión
freudiana.
No obstante, la teoría
psicoanalítica produjo efectos muy diversos al polinizar diferentes culturas.
Lo ocurrido en los Estados Unidos constituye un capítulo aparte en la historia
de su evolución.
Al entrar por primera vez en el
puerto de Nueva York en 1909, Freud les preguntó irónicamente a Jung y
Ferenczi, sus dos compañeros de viaje: “¿Ya saben que les traemos la peste?”
En efecto, la “epidemia cultural”
psicoanalítica se diseminó en todos los rincones de aquel país, generando un
impacto inmediato mucho más marcado que en Europa, invadiendo dominios muy disímiles
entre sí, tales como la clínica, la pedagogía, la literatura, el cine -y muy especialmente-
la publicidad. En Europa, en cambio, su
difusión fue más calma y lenta, expandiéndose con mayor amplitud recién a fines
de los años cuarenta durante la posguerra.
Un país como el Estados Unidos de
comienzo de siglo, abierto a la novedad y ansioso de propuestas originales,
adoptó rápidamente algunos conceptos como “tabú”, “represión sexual” o
“inconsciente”, destinados desde entonces a integrar la jerga popular. Las
oposiciones y resistencias levantadas no hicieron más que convalidar los
aportes.
En una de las primeras conferencias psicoanalíticas
realizadas en Norteamérica, una “virtuosa dama burguesa”, horrorizada al oír
algo sobre los contenidos sexuales de los sueños, le replicó duramente a Freud:
“Sepa señor que en nuestro país solo tenemos sueños altruistas”. Situación que sólo
despertó risas en la audiencia.
Pocos años después, las agencias de
publicidad incorporaron nuevas formas de explotación de las fantasías
inconscientes de las masas, basándose en la teoría psicoanalítica e intentando
encriptar mensajes “subconscientes” en sus campañas.
La difusión de la teoría freudiana
en los EE.UU, se aceleró a partir de los años treinta, debido al encuentro y la
estimulación recíproca de los primeros psicoanalistas locales con los emigrados
europeos que huían del nazismo. En esa década, la mayor parte de los psicoanalistas
europeos abandonaron los países que los vieron crecer (Austria, Alemania,
Hungría) para radicarse en el mundo anglosajón de Gran Bretaña y Estados
Unidos.
En tal sentido resultaron
particularmente significativos los aportes de dos psicoanalistas emigrantes
como René Arpard Spitz y Eric Homburger Ericsson, quienes empezaron a dialogar
teóricamente con los enfoques antropológicos de Ruth Benedict y Margaret Mead,
y con los especialistas norteamericanos de la Psicología del Yo y de la escuela culturalista, como Heinz
Hartmann, Harry Sullivan o Karen Horney, entre otros.
De este modo, el psicoanálisis
norteamericano comenzó a adquirir una nueva perspectiva antropológica,
sociológica y pedagógica que los alejó del diván original dotándolo de una
cierta misión social.
Sin embargo, desde la perspectiva cultural
rioplatense, los desarrollos y derivaciones norteamericanas de aquel
psicoanálisis primigenio, fueron vistos mayoritariamente como simplificaciones
que contrastaban con la profundidad y sofisticación de los aportes europeos de
la postguerra.
Balance y actualización
En septiembre de 2006, conmemorando
los ciento cincuenta años del nacimiento de Sigmund Freud (1856-1939) el
gobierno de Austria, eligió a su Embajada en Washington, D.C. para instrumentar
un gran simposio de actualización del psicoanálisis y de valoración histórica
de las contribuciones de su fundador.
Los disertantes elegidos para el
evento cubrieron el panorama institucional psicoanalítico estadounidense,
integrando tanto programas universitarios de doctorado como a representantes de
la American Psychoanalytic Association (APA) y de la American Association for
Psicoanálisis in Clinical Social Work (AAPCSW).
Tal como sucede con muchas de las sociedades
psicoanalíticas de países centrales, sus representantes suelen padecer un
cierto autismo teórico, mostrándose muy cerrados a las contribuciones
extranjeras y en diálogo casi exclusivo con sus compatriotas más inmediatos. Estados
Unidos no es la excepción sino la norma; aunque cabe aclarar que con los psicoanalistas
ingleses y franceses suele suceder lo mismo, ya que muy habitualmente desconocen
que sucede en ese campo del otro lado del Canal de la Mancha.
Pero volvamos al evento. El
simposio de Washington tuvo una repercusión tan importante que obligó a una
tardía publicación de los trabajos presentados.
Con un prefacio de nada menos que de
Heinz Fischer, Presidente de Austria y una introducción de Eva Nowotny,
embajadora de ese país en los Estados Unidos, este libro compiló treinta y
siete ponencias, muchas de ellas muy breves, probablemente resúmenes de
presentaciones más largas.
Los mejores trabajos refieren a las
neurociencias, quizás el lado más fuerte de los desarrollos norteamericanos
actuales. El más interesante de éstos es el del Dr. Michael Meagher,
investigador que sostiene que la carrera profesional de Freud comenzó en la
neurología (investigando la afasia y la parálisis cerebral) y sugiere volver a revisar
algunos aspectos de la teoría psicoanalítica bajo la luz de las neurociencias.
En tal sentido, propone a las
llamadas “neuronas espejo” como la base biológica de la empatía, la imitación y
el aprendizaje entre humanos, y en particular de los fenómenos transferenciales
que tienen lugar entre analista y paciente. Las neuronas espejo son aquellas
que se activan especularmente en un observador cuando mira a otra persona
realizando una acción. Los monos también
revelan el mismo fenómeno. Por ejemplo, cuando un mono ve a otro recoger un
trozo de comida y llevarlo a la boca, en su cerebro se encienden el mismo tipo
de neuronas que las activadas cuando se desarrolla esa acción.
Asimismo, Meagher discute la teoría
psicoanalítica de la amnesia infantil, fenómeno que tiene lugar en el entorno
de los cinco años de edad.
Según Meagher esta particular
amnesia no obedece a los efectos de la represión de contenidos sexuales y
agresivos intolerables para la conciencia del niño sino que simplemente es producto
de su inmadurez neurológica.
Los niños pequeños sólo cuentan con
una memoria procedural inconsciente y sus patrones de relacionamiento responden
en principio a ésta. La memoria declarativa que permite un manejo reflexivo en
la vida tarda más tiempo en desarrollarse.
De igual modo, observa otros tipos
de amnesia estudiados por el psicoanálisis. Enfrentados a una situación
traumática los humanos liberamos glucocorticoides, sustancias que previenen (a
nivel hipotalámico) que ese recuerdo se fije y perdure. De esta forma el
organismo se protege de una evocación que causa sufrimiento, desplegando un
mecanismo diferente a la represión ulterior de un recuerdo doloroso propuesta
por el psicoanálisis.
Otros artículos compilados no
resultan tan sugerentes. Especialmente los intentos de explicación
psicoanalítica de los conflictos bélicos actuales y en particular los conflictos
armados de Medio Oriente. La necesidad de incorporar otras herramientas
teóricas (históricas, sociológicas y políticas) se revelan como imprescindibles
prácticamente desde la primera línea.
Una omisión casi risible es la cometida por
John Kafka, importante médico y psicoanalista norteamericano, que realiza una
revisión de la expansión histórica del pensamiento freudiano en el mundo,
contemplando con beneplácito como el mismo ha llegado a desarrollarse con
particular énfasis en lugares tan diversos como Turquía, República Checa o
Ucrania. Es curioso que en su balance geopolítico, este prestigioso
investigador no dedique ni una línea a Latinoamérica y que olvide olímpicamente
al psicoanálisis rioplatense (casi una contraseña cultural de argentinos y
uruguayos).
Un auténtico acto fallido, Dr.
Kafka.
Freud at 150. 21st-Century Essays on a man of genius.
Ed. Jason Aronson Book, USA, 2008; 194 págs.
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