lunes, 8 de febrero de 2016

FREUD EN EL SIGLO XXI

Publicado originalmente como: “Sigmund Freud en el siglo XXI. Neuronas en el espejo” en Suplemento Cultural del diario El País del 9 de mayo de 2008. 

 Imaginar el mundo contemporáneo sin las contribuciones de Sigmund Freud es tan imposible como imaginarlo sin los efectos del legado de Newton.
 Las teorías actuales sobre las relaciones humanas, las motivaciones individuales y colectivas, la razón o la locura, o sobre la inspiración artística, se encuentran en una discusión continua con las hipótesis psicoanalíticas. Sea para confirmar o refutar, los nuevos edificios argumentales sobre estas cuestiones contemplan forzosamente la visión freudiana.
  No obstante, la teoría psicoanalítica produjo efectos muy diversos al polinizar diferentes culturas. Lo ocurrido en los Estados Unidos constituye un capítulo aparte en la historia de su evolución.
 Al entrar por primera vez en el puerto de Nueva York en 1909, Freud les preguntó irónicamente a Jung y Ferenczi, sus dos compañeros de viaje: “¿Ya saben que les traemos la peste?”
 En efecto, la “epidemia cultural” psicoanalítica se diseminó en todos los rincones de aquel país, generando un impacto inmediato mucho más marcado que en Europa, invadiendo dominios muy disímiles entre sí, tales como la clínica, la pedagogía, la literatura, el cine -y muy especialmente- la publicidad.  En Europa, en cambio, su difusión fue más calma y lenta, expandiéndose con mayor amplitud recién a fines de los años cuarenta durante la posguerra.
  Un país como el Estados Unidos de comienzo de siglo, abierto a la novedad y ansioso de propuestas originales, adoptó rápidamente algunos conceptos como “tabú”, “represión sexual” o “inconsciente”, destinados desde entonces a integrar la jerga popular. Las oposiciones y resistencias levantadas no hicieron más que convalidar los aportes.
 En una de las primeras conferencias psicoanalíticas realizadas en Norteamérica, una “virtuosa dama burguesa”, horrorizada al oír algo sobre los contenidos sexuales de los sueños, le replicó duramente a Freud: “Sepa señor que en nuestro país solo tenemos sueños altruistas”. Situación que sólo despertó risas en la audiencia.
  Pocos años después, las agencias de publicidad incorporaron nuevas formas de explotación de las fantasías inconscientes de las masas, basándose en la teoría psicoanalítica e intentando encriptar mensajes “subconscientes” en sus campañas.
  La difusión de la teoría freudiana en los EE.UU, se aceleró a partir de los años treinta, debido al encuentro y la estimulación recíproca de los primeros psicoanalistas locales con los emigrados europeos que huían del nazismo. En esa década, la mayor parte de los psicoanalistas europeos abandonaron los países que los vieron crecer (Austria, Alemania, Hungría) para radicarse en el mundo anglosajón de Gran Bretaña y Estados Unidos.
  En tal sentido resultaron particularmente significativos los aportes de dos psicoanalistas emigrantes como René Arpard Spitz y Eric Homburger Ericsson, quienes empezaron a dialogar teóricamente con los enfoques antropológicos de Ruth Benedict y Margaret Mead, y con los especialistas norteamericanos de la Psicología del Yo y de la escuela culturalista, como Heinz Hartmann, Harry Sullivan o Karen Horney, entre otros.
  De este modo, el psicoanálisis norteamericano comenzó a adquirir una nueva perspectiva antropológica, sociológica y pedagógica que los alejó del diván original dotándolo de una cierta misión social.    
  Sin embargo, desde la perspectiva cultural rioplatense, los desarrollos y derivaciones norteamericanas de aquel psicoanálisis primigenio, fueron vistos mayoritariamente como simplificaciones que contrastaban con la profundidad y sofisticación de los aportes europeos de la postguerra.

                                               Balance y actualización

  En septiembre de 2006, conmemorando los ciento cincuenta años del nacimiento de Sigmund Freud (1856-1939) el gobierno de Austria, eligió a su Embajada en Washington, D.C. para instrumentar un gran simposio de actualización del psicoanálisis y de valoración histórica de las contribuciones de su fundador.
  Los disertantes elegidos para el evento cubrieron el panorama institucional psicoanalítico estadounidense, integrando tanto programas universitarios de doctorado como a representantes de la American Psychoanalytic Association (APA) y de la American Association for Psicoanálisis in Clinical Social Work (AAPCSW).
 Tal como sucede con muchas de las sociedades psicoanalíticas de países centrales, sus representantes suelen padecer un cierto autismo teórico, mostrándose muy cerrados a las contribuciones extranjeras y en diálogo casi exclusivo con sus compatriotas más inmediatos. Estados Unidos no es la excepción sino la norma; aunque cabe aclarar que con los psicoanalistas ingleses y franceses suele suceder lo mismo, ya que muy habitualmente desconocen que sucede en ese campo del otro lado del Canal de la Mancha.  
  Pero volvamos al evento. El simposio de Washington tuvo una repercusión tan importante que obligó a una tardía publicación de los trabajos presentados.
 Con un prefacio de nada menos que de Heinz Fischer, Presidente de Austria y una introducción de Eva Nowotny, embajadora de ese país en los Estados Unidos, este libro compiló treinta y siete ponencias, muchas de ellas muy breves, probablemente resúmenes de presentaciones más largas.
 Los mejores trabajos refieren a las neurociencias, quizás el lado más fuerte de los desarrollos norteamericanos actuales. El más interesante de éstos es el del Dr. Michael Meagher, investigador que sostiene que la carrera profesional de Freud comenzó en la neurología (investigando la afasia y la parálisis cerebral) y sugiere volver a revisar algunos aspectos de la teoría psicoanalítica bajo la luz de las neurociencias.
  En tal sentido, propone a las llamadas “neuronas espejo” como la base biológica de la empatía, la imitación y el aprendizaje entre humanos, y en particular de los fenómenos transferenciales que tienen lugar entre analista y paciente. Las neuronas espejo son aquellas que se activan especularmente en un observador cuando mira a otra persona realizando una acción.  Los monos también revelan el mismo fenómeno. Por ejemplo, cuando un mono ve a otro recoger un trozo de comida y llevarlo a la boca, en su cerebro se encienden el mismo tipo de neuronas que las activadas cuando se desarrolla esa acción.  
  Asimismo, Meagher discute la teoría psicoanalítica de la amnesia infantil, fenómeno que tiene lugar en el entorno de los cinco años de edad.
  Según Meagher esta particular amnesia no obedece a los efectos de la represión de contenidos sexuales y agresivos intolerables para la conciencia del niño sino que simplemente es producto de su inmadurez neurológica.
 Los niños pequeños sólo cuentan con una memoria procedural inconsciente y sus patrones de relacionamiento responden en principio a ésta. La memoria declarativa que permite un manejo reflexivo en la vida tarda más tiempo en desarrollarse.
  De igual modo, observa otros tipos de amnesia estudiados por el psicoanálisis. Enfrentados a una situación traumática los humanos liberamos glucocorticoides, sustancias que previenen (a nivel hipotalámico) que ese recuerdo se fije y perdure. De esta forma el organismo se protege de una evocación que causa sufrimiento, desplegando un mecanismo diferente a la represión ulterior de un recuerdo doloroso propuesta por el psicoanálisis.
  Otros artículos compilados no resultan tan sugerentes. Especialmente los intentos de explicación psicoanalítica de los conflictos bélicos actuales y en particular los conflictos armados de Medio Oriente. La necesidad de incorporar otras herramientas teóricas (históricas, sociológicas y políticas) se revelan como imprescindibles prácticamente desde la primera línea.
   Una omisión casi risible es la cometida por John Kafka, importante médico y psicoanalista norteamericano, que realiza una revisión de la expansión histórica del pensamiento freudiano en el mundo, contemplando con beneplácito como el mismo ha llegado a desarrollarse con particular énfasis en lugares tan diversos como Turquía, República Checa o Ucrania. Es curioso que en su balance geopolítico, este prestigioso investigador no dedique ni una línea a Latinoamérica y que olvide olímpicamente al psicoanálisis rioplatense (casi una contraseña cultural de argentinos y uruguayos).
  Un auténtico acto fallido, Dr. Kafka.



Freud at 150. 21st-Century Essays on a man of genius. Ed. Jason Aronson Book, USA, 2008; 194 págs.

No hay comentarios: