lunes, 8 de febrero de 2016

JOHN RALSTON SAUL Y SU CIVILIZACIÓN INCONSCIENTE

       "La economía ha fracasado espectacularmente una y otra vez en sus intentos de aplicar sus modelos y teorías a la realidad de nuestra civilización. No es que no se hayan seguido los consejos de los economistas; todo lo contrario: se han seguido y con sumo respeto. Pero en general no han servido de nada...Si los economistas fueran médicos, hoy serían legión los demandados por una mala praxis profesional" A John Ralston Saul, doctor en ciencias políticas, economía, e historia,  que dicta cátedra tanto en Inglaterra como en Canadá, su país natal, no le gusta el estado actual de las cosas y revela su desagrado con irónica virulencia. Aunque recién ha sido traducido al español, en el mundo académico y político anglosajón es bien conocido y respetado desde hace varios años por dos ensayos anteriores: Voltaire`s Bastards y The Doubteŕs Companion.
Algunos periodistas canadienses, animados por un exceso de entusiasmo han llegado ha compararlo con Bertrand Russell. Aunque Saul no calce aun los puntos de aquel Premio Nobel británico que alternaba la reflexión científica con la teoría social, es cierto que se le parece por la variedad de campos en los que revela competencia y sabiduría.
Erudito e inclasificable, Saul acostumbra a definirse como un "humanista pragmático" y a ubicarse en una posición de izquierda desvinculada de los modelos políticos de los países socialistas, renegando del marxismo y tomando curiosamente como héroe intelectual a Sócrates.
Desde ese balcón que mira hacia el imperio americano -como se ha dicho muchas veces de Canadá - Saul observa el mundo y lo ve sumergido en una crisis sin precedentes, caracterizada por la violencia, la miseria generalizada de mas de un tercio de la población mundial, el colapso planetario de los mercados de trabajo, la caída de los niveles de vida, la pérdida de reglamentaciones justas, la evaporación de lo impuestos que deberían las grandes empresas, la transferencia de tales cargas impositivas a las clases medias, y por la debilitación de los programas sociales. Panorama propio de una civilización globalizada a la que le han sustraído las herramientas para la construcción de una auténtica democracia. Una civilización corrompida por una ideología malsana: el corporativismo. Ideología que socava la legitimidad del individuo como ciudadano y que conduce al culto del interés propio y a la negación del bien público.
Las decisiones importantes no se toman a través de una participación democrática sino mediante una negociación entre grupos relevantes que hacen jugar su interés y su capacidad para ejercer el poder.
En este aspecto Saul encuentra numerosas analogías entre el corporativismo fascista y las actuales formas de funcionamiento de las sociedades desarrolladas. Tanto en la Italia de Mussolini como ahora en la mayoría de los países occidentales, los mensajes subyacentes son eficiencia, profesionalidad, dirección por expertos, orden social mediante continuas negociaciones entre grupos, todo esto enmarcado convenientemente en una sociedad equilibrada por las fuerzas del mercado.
Lejos de cuestionar las formas democráticas de organización social y el derecho a la propiedad privada, Saul defiende los conceptos básicos de igualdad y justicia propios de una democracia individualista, y protesta contra los efectos de un neoliberalismo salvaje que se ampara en un corporativismo delineado por los lobbies empresariales y sus lacayos académicos.
Pero aparte de denunciar Saul esboza también algunas alternativas que pasan por rechazar la persecución desenfrenada del desarrollo económico y la carrera tecnológica,  la recuperación de la conciencia publica mediante mejoras en la educación publica dotándola además de un perfil mas humanista, la regulación internacional de los mercados financieros, y nuevos marcos sociales de control sobre las actividades corporativas.
Una de las tesis fundamentales de este libro es que contrariamente a lo que habitualmente se dice, hay gran disponibilidad de recursos que podrían ser invertidos en programas sociales. Incluso mas que las que había décadas atrás. En realidad lo que ha variado es que los empresarios que antes se contentaban con un 15% o un 20% de rentabilidad ahora exigen a la hora de invertir en un proyecto, un 60% o mas de ganancia. Situación particularmente ventajosa que para cristalizar requirió de un cambio generalizado de mentalidad y de valores, sumergiendo a la civilización occidental en un estado de particular inconsciencia.

LA CIVILIZACIÓN INCONSCIENTE de John Ralston Saul, Ed. Anagrama, Colección Argumentos, Barcelona, 1995, 222 págs.

Juan E. Fernández Romar

Publicado originalmente en: Suplemento Cultural de El País No 371.

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