jueves, 11 de febrero de 2016

LA DANZA DE SHIVA: La construcción del futuro de Juan Grompone, Ed. La flor de Itapebí, Montevideo, diciembre de 2001. (Publicado originalmente el El País Cultural en la fecha de la primera edición).

Mucho se ha escrito en la última década sobre la crisis mundial del capitalismo y hasta sobre su eventual fin. Economistas como John Kenneth Galbraith, empresarios como George Soros , o filósofos como Felix Guattari son sólo algunos de una larga serie de pensadores que han realizado advertencias y vaticinios. No obstante, ninguno fue tan lejos como el ingeniero uruguayo Juan Grompone que se ha animado a extender por adelantado la partida de defunción del sistema, fechando su fin en el entorno del 2060.
Aunque es el primero en editarse La danza de Shiva corresponde al quinto tomo de una ambiciosa serie de seis. El primero se ocupa del nacimiento de las sociedades de clases; el segundo estudia las sociedades feudales; el tercero analiza las sociedades esclavistas; el cuarto se encarga de abordar el capitalismo; mientras que el sexto y último está dedicado a la problemática del estudio teórico de la historia incluyendo virtudes y defectos de diversas metodologías.
Que la serie comience irregularmente por el quinto tomo se debe a que éste resume en gran medida el proyecto teórico de Grompone. Como anticipa desde las primeras páginas, se trata de un "libro de filosofía política y de economía política, escrito para quienes desean participar en la construcción del futuro" (pág. 17) y en el que intenta tanto precisar una idea del "progreso" realizado por la humanidad desde sus orígenes como determinar las leyes que rigen el devenir de la historia.
Grompone rescata el materialismo dialéctico (justo en uno de sus momentos de mayor devaluación teórica) y munido de ese arsenal teórico y metodológico revisa la historia universal para sacar conclusiones muy diferentes a las defendidas por la tradición marxista universal.
Como la invitación es a construir el futuro Grompone se mueve en una zona intermedia entre el determinismo y la libertad. "Los seres humanos son libres de construir su casa - y lo hacen todos los días a su antojo- pero no pueden desafiar ni la ley de la gravedad ni a la resistencia de los materiales. La humanidad es libre, siempre que no intente burlar las leyes de la física o de la economía...La libertad humana y el determinismo de la historia son elementos contrarios, pero inseparables. Esta contradicción no puede ser eliminada, pero hay maneras de manejarla" (pág. 25) El manejo propuesto es el de la dialéctica, metodología de análisis que permitiría determinar el sentido del progreso de la humanidad y colaborar en su avance, constante aunque sinuoso.
La lectura histórica de la empresa humana propuesta por Grompone se asemeja a los intentos desarrollados anteriormente por el historiador inglés Arnold Toynbee (con su alternancia de procesos dinámicos yin y yang para explicar las transformaciones sociales) y a los del norteamericano Alvin Toffler (con sus tres olas de desarrollo) y hay que reconocer que el estilo argumental de este autor uruguayo resulta más atractivo y sofisticado que el de sus pares anglosajones.
Estudiando los comportamientos demográficos y desarrollos productivos este ingeniero industrial, matemático, y narrador uruguayo revisa las formas sociales desarrolladas desde una remota antigüedad previa a la sociedades de clases, distinguiendo sus diferentes fases y procurando explicar sus transformaciones cualitativas hasta llegar a la más inmediata contemporaneidad.
A diferencia de los enfoques marxistas tradicionales Grompone presenta una visión diferente y curiosamente optimista del capitalismo. Este polifacético autor discute que el crecimiento de la prosperidad en las sociedades capitalistas deba depender forzosamente de la pobreza y miseria del resto del mundo.
Grompone recuerda que en el entorno de 1800 sólo el 3% de la humanidad gozaba de prosperidad. Dos siglos después, cerca del 30% de la humanidad goza de un confort antes reservado para elites superexclusivas. Dado que la sociedad capitalista aumenta su producción a un ritmo del 3% anual y la población global crece sólo un 1,7%, en unas seis décadas…todo el planeta terminará gozando de los niveles de vida que ofrece el sistema en los países desarrollados.
Para Grompone la historia del capitalismo puede dividirse en cuatro fases. Una primer fase (de 1200 a 1800 aprox) de un capitalismo urbano emergente que controlaba la parte más activa de la economía y en la que se verificó una paulatina destrucción del feudalismo europeo.
Una segunda fase (que se inicia en 1800) caracterizada por la aparición de maquinarias novedosas y por el desarrollo de una sociedad liberal.
Una tercera fase en proceso (que surge alrededor de 1980) signada por la automatización, el auge de la informática, y la eliminación de las decisiones simples en el trabajo humano.
Por último, atisba una cuarta fase propia de las era post-electrónica y biotecnológica en la que Grompone sitúa su utopía. Fase de una superabundancia final que comenzaría en el entorno del 2030 con la autodestrucción del capitalismo, en la que la prolongación de la vida y el culto de la belleza y la salud obliguen finalmente por la vía del hartazgo (y el cumplimiento de las leyes de la dialéctica) al desarrollo de una sociedad fundamentalmente: ¡espiritual!.
Para llegar a esta fase hay todavía un buen trecho de calvario para gran parte de la humanidad que sufre la exclusión del paraíso capitalista. No obstante, este autor se esfuerza por demostrar la inevitabilidad de este proceso con el que eventualmente es posible colaborar y acelerar.
Para el desarrollo de una tesis de esta magnitud Grompone revisa múltiples segmentos de la historia universal y usa argumentos de diverso calibre, revelándose muy convincente en algunos aspectos y más débil en otros.
Resulta muy sugerente su análisis del colapso de la Unión Soviética al centrar su explicación en el infradesarrollo de la informática. Grompone demuestra que la incapacidad de la Unión Soviética para automatizar su economía en un momento de alta competencia con Occidente determinó en gran medida el fracaso de las reformas modernizadoras de Gorbachov. A modo de ejemplo presenta datos de 1985, época en que Estados Unidos ya tenía instaladas más de cuatro millones y medio de computadoras mientras que la URSS sólo tenía unas quince mil.
La especialidad profesional de Juan Grompone son las telecomunicaciones y la informática y eso explica su pericia en el manejo de la información referida al mundo de la computación y la telemática. De ahí que otros de los aspectos fuertes de este libro sean sus pronósticos referidos al futuro más o menos inmediato al mundo de los ordenadores. Muy probablemente, el mercado informático se topará con su propios límites (todos los potenciales usuarios tendrán su ordenador) y desacelerará su crecimiento vertiginoso. Asimismo el ritmo de miniaturización y la potenciación de los equipos en términos de hardware y software probablemente chocará en muy pocos años con sus límites físicos y todos estos elementos determinen un notorio enlentecimiento la revolución tecnológica de la informática y una reducción brusca de sus mercados. “Muchas compañías cerrarán. Ya no tendremos la revolución permanente. Tal parece que la informática, después del 2010, se parecerá mucho a la venta de heladeras y televisores. El mercado de computadoras personales dejará de crecer a velocidades enormes y pasará a una cifra más próxima al 3% general de la economía.” (pág. 286)
Pero al ingresar al terreno absolutamente conjetural de una futura fase cuatro que Grompone procura caracterizar minuciosamente hasta en sus aspectos éticos, estéticos, y culturales, el libro se transforma en un ejercicio de prospectiva que se resuelve en un lindo sueño, digno de ser soñado por la humanidad pero que suena poco probable.
Grompone se las ingenia para mantener un discurso persuasivo, totalizante, y optimista. Las abundantes notas al pie de página configuran líneas de fuga del planteo central en las que dialoga y reflexiona sobre lo expuesto permitiéndose digresiones eruditas como aclarar en que época fueron domesticados diferentes animales, señalar problemas de traducción de algún texto literario o bien consignar errores históricos groseros en algún planteo clásico de Bertrand Russell. Por eso divierten, instruyen, y casi constituyen un libro paralelo de curiosidades e ideas seductoras a las que es difícil resistirse.
No obstante, la vocación totalizadora y omnicomprensiva de este texto hace dudar de su tesis central y exige demasiadas concesiones al lector.
Hay que concederle al autor 1) que hay un futuro accesible a la razón, orientado por leyes relativamente simples que van jalonando un progreso incuestionable de la humanidad, que conducen a un mundo de abundancia y felicidad, y que para colmo queda a tan sólo cinco o seis décadas de distancia.
2) que la propia lógica del capital orientará el destino del planeta a un estadio universal en el que se resuelvan la mayor parte de los conflictos y las contradicciones del sistema.
3) que los datos numéricos sobre los que reposa su argumentación (población mundial estimada en diferentes momentos históricos; consumos energéticos; volúmenes productivos; etc.) estén consensualmente aceptados; ya que pese al rigor general del volumen no hay citas que permitan verificar las fuentes de las que ha extraído tanta información. (Más teniendo en cuenta que por lo general son cuadros muy abarcativos, que derivan en ecuaciones simples y dan gráficas sencillas y contundentes.)
4) que la distribución de la riqueza va a ser mucho (en breve) más justa que lo que ha sido siempre, tanto que va a desbordar los marcos restrictivos de las clases dominantes.
5) que la tecnología y la primacía del sentido común va a permitir la superación de las catástrofes ecológicas, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación, y las guerras. Y además que la creciente dependencia tecnológica actual no va a desencadenar nuevas formas de accidentes y catástrofes.
6) que la humanidad desarrollará un proceso de maduración moral que acompase a los logros tecnológicos.
Sin la dialéctica y el recorte selectivo de hechos históricos el futuro parece mucho más sombrío y desmoralizante.

De todas formas, aunque no se comparta es aconsejable su lectura y vale el esfuerzo. Si este fuese un nuevo libro de Fukuyama o Toffler lo leerían y discutirían hasta los mandatarios del primer mundo y conviene aclarar que La danza de Shiva es más complejo, sólido e interesante que lo que estos autores anglosajones presentan habitualmente.


Juan E. Fernández Romar

No hay comentarios: